El Universal

¡Bienvenidos a mi blog! La idea de este espacio es compartir artículos y comentarios de actualidad.

jueves, julio 21, 2005

Nota sobre la actualidad de Marx

Marx: el preferido de los ingleses


Por Roberto Campos


No hay que sorpenderse de la encuesta realizada en Gran Bretaña cuyo resultado revela que Karl Marx es considerado el filósofo más importante de todos los tiempos. Es que Marx impregnó la vida política, económica y social no solamente en el siglo en que vivió; sus teorías guardan una vigencia asombrosa y constituyen una predicción acerca de realidades tan actuales como el desarrollo del capitalismo o la globalización.
Lejos de las ideologías que lo invocaron falazmente en el pasado y con las cuales aún hoy se lo asocia, Marx fue el pensador que interpretó el mundo de su época con lucidez admirable y se proyectó hacia el futuro porque su obra posee la genialidad representativa de un espíritu fáustico, el uomo universale de Leonardo. Aunque muchos se hayan arrogado su nombre para sostener regímenes totalitarios de toda laya, el pensamiento de Marx no sólo no los justifica sino que se encuentra en oposición diametral con tantos tópicos que se le enrostraron como el estatismo, el anticapitalismo o el relativismo cultural, entre otros.
No es posible comprender cabalmente a Marx si no es partiendo de su maestro Hegel. Ambos fueron herederos directos de la Ilustración, defensores de la modernidad, apologistas del progreso histórico surgido de las contradicciones sociales. Marx logró el mérito de aportar a la dialéctica hegeliana la perspectiva materialista acercando más aquélla a la vida concreta de las personas. Tal vez por eso en este caso el discípulo sea más recordado que el maestro.
No por estar influido por el romanticismo de su época Marx adhirió a su causa. Negó el organicismo biologista de sus contemporáneos, los cuales contribuyeron en gran parte a instituir el totalitarismo nazi-fascista inspirado en la “conciencia colectiva”: “La conciencia no puede jamás ser otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres y su verdadero proceso vital” (Luchas sociales en Francia). Convencido de que el progreso social se produce con el desarrollo pero también con la destrucción del pasado, impulsó desde la pluma y la acción política una alternativa a la realidad imperante de su tiempo. No sólo fue un filósofo, sino también un investigador autodidacta en historia, economía, ciencia política, antropología y uno de los padres de la sociología. Vivió la mayor parte de sus horas en la Biblioteca del Museo Británico y llegó a estudiar varios idiomas entre ellos ruso, para poder conocer mejor la agricultura de esa zona de Asia. Se convirtió en el emblema del escritor moderno, libre e independiente. Decía en El Capital: “Debía reservar todos los momentos para terminar mi obra, a la que sacrifiqué mi salud, mi felicidad y mi familia”. Fue perseguido, estuvo exiliado y hasta fue encarcelado a causa de sus ideas; además vivió en la pobreza, por lo que gran parte de su trabajo no hubiera sido posible sin el mecenazgo de su amigo y co-equiper Engels.
Marx se anticipó al presente y aportó conceptos como “relaciones de producción”, “fetichismo mercantil”, “conciencia de clase”, “alienación” y tantos otros, que aún hoy resultan de gran utilidad a la luz del presente. No cayó en el maniqueísmo de sus acólitos. Decía de la burguesía en el Manifiesto Comunista: “La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario”, fue “la primera en mostrar las posibilidades de la acción humana para cambiar el mundo, impulsó la ciencia y la técnica, destruyó las instituciones feudales, patriarcales y religiosas, universalizó el mundo al explotar el mercado mundial, llevó la civilización hasta las sociedades más salvajes, despojó de su halo de santidad lo que inspiraba miedo y acatamiento”. Pero estos elogios eran compensados con una impiadosa crítica a la clase que condena a los trabajadores a la cruel explotación que impide su realización como personas.
A diferencia de muchos de sus corifeos, detestaba la utopía al decir del socialismo “no es el estadio que debe ser establecido ni un ideal según el cual la realidad debe comportarse” (Ideología alemana). Su carácter humanista se refleja en un respeto irrestricto del individuo, que lejos estuvo de negar como sostienen sus detractores: “La primera presuposición de toda historia de los hombres es naturalmente la existencia de individuos humanos vivientes”. Para él, el modo de producción estaba determinado por “la actividad de los individuos, una manera determinada de manifestar su vida, una manera de vivir de esos individuos” (Ideología alemana). En los Grundisse repetía que la actividad productiva era “el resultado de la interacción recíproca de los individuos conscientes”. Incluso llegó a afirmar respecto de la “sociedad”: “Es necesario sobre todo evitar la definición de la ‘sociedad’ una vez más, como una abstracción que confronta al individuo” (Manuscritos económico-filosóficos).
Resulta significativa su anticipación respecto de temas como la tendencia hacia la separación entre la propiedad y la dirección en el proceso de producción o el papel de los directores en la empresa: “Transformación de los capitalistas realmente en función de meros directores, en administradores del capital ajeno, y de los propietarios del capital en meros propietarios, en meros capitalistas de dinero” (El Capital). Y de las ganancias el empresario, las cuales “se percibirán sólo bajo la forma de interés, es decir como mera remuneración de la propiedad del capital” (Ib.).
Tan lejos estaba Marx de la defensa de la precariedad y el culto al campesino, como lo quisieron hacer pasar ciertos movimientos populistas latinoamericanos, que describía a aquel como: “Jeroglífico indescifrable para todo espíritu civilizado, el campesino es el representante permanente de la barbarie en el seno de la civilización (Lucha de clases en Francia). Es que como heredero del pensamiento racionalista no podía caer en la demagogia de los historicistas que adulaban al pueblo no consiguiendo otra cosa que la preservación del statu quo y el mantenimiento de las condiciones de inequidad; de ahí su predica por el desarrollo de las fuerzas productivas y el modo de producción capitalista, el cual sólo podría darse en sociedades evolucionadas y no en las que abunda la escasez y la ignorancia. Ya Hegel alertaba sobre la “acción elemental, irracional, desenfrenada, terrible” del volk que “expresa la parte que precisamente no sabe lo que quiere”. Marx fue el continuador de estas ideas al calificar a las masas como “hez, deshecho y escoria de todas las clases”, las cuales no constituían una apología de la aristocracia como muchos aducen puesto que abogaban por la mejora de la vida de la clases oprimidas mediante la toma de conciencia. Su crítica por toda la forma de religiosidad, de la que fue un continuador de Feuerbach, quedó inmortalizada en su famoso aforismo: “…suspiro de la criatura desdichada, alma de un mundo sin corazón, espíritu de una época privada de espíritu, opio del pueblo” (Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel).
Marx y Engels pronosticaron hace más de un siglo y medio el proceso de globalización al que hoy asistimos: “La estrechez del espíritu nacional, el exclusivismo nacional devienen cada vez más imposibles” (Manifiesto Comunista); “La industria y el comercio burgueses van creando esas condiciones materiales de un nuevo mundo del mismo modo como las revoluciones geológicas crearon la superficie de la tierra. Y sólo cuando una gran revolución social se apropie las conquistas de la época burguesa, el mercado mundial y las modernas fuerzas productivas, sometiéndolos al control común de los pueblos más avanzados, sólo entonces el progreso humano habrá dejado de parecerse a ese horrible ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo del sacrificado” (Futuros resultados de la dominación británica en la India).
Decía Marx de la dominación británica en la India, texto que podríamos parangonar con más de un conflicto internacional actual: “Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba” (La dominación británica en la India). No se trata de una defensa del imperialismo en el sentido “humanitario” que suelen sostener los colonizadores, sino una descripción objetiva de la introducción de un modo de producción más avanzado.
Como maestro de la interpretación histórica enseñó que la historia y su evolución progresiva no constituyen un fatalismo ni se reducen a un mero economicismo. “La historia no hace nada (…) no es por cierto la ‘historia’ la que se sirve el hombre como medio para realizar su fines propios como si fuera un personaje particular. La historia no es sino la actividad del hombre que persigue sus propios fines” (Sagrada Familia). La complejidad de la dinámica del mundo es a su vez reflejo de la actividad humana y de ella depende el sentido de su devenir.











1 Comments:

  • At 10:39 p. m., Anonymous Anónimo said…

    networkarts stood fystcec trashcan abandoned slovak technician dissociate inoperable educator emcure
    lolikneri havaqatsu

     

Publicar un comentario

<< Home