El Universal

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domingo, julio 10, 2005

La gran mutual peronista

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El peronismo no es un movimiento político en el sentido habitual de la expresión. Puede que lo fuera en algún momento del pasado, pero desde hace mucho tiempo es una asociación muy eficiente de ayuda mutua, cuando no una cosa nostra, o una especie de tribu con sus mitos y un lenguaje particular que sólo quiere quedarse donde está para aferrarse a sus conquistas. El PJ encarna el inmovilismo. Por lo demás, está al servicio de individuos cuyo interés principal consiste en impedir que los argentinos practiquen la política tal y como lo hacen en otras latitudes. Mientras que en Europa y América del Norte se enfrentan los comprometidos con el bienestar social con los decididos a priorizar el crecimiento, los asustados por la globalización con los persuadidos de que se trata de una oportunidad maravillosa y así por el estilo, aquí lo que discuten los políticos son las listas de candidatos para los próximos comicios y lo entretenida que sería una riña entre Cristina y Chiche. En comparación con estos temas tan graves, les parecen triviales los problemas planteados por la situación de un país que aún no se ha alejado bastante de la zona de peligro que visitó apenas tres años atrás.

Puede entenderse, pues, la inmensa frustración que se apodera de los radicales, aristas, liberales y conservadores que intentan hacer frente al peronismo, este fenómeno que según todas las reglas ya debería estar bien muerto pero que, no obstante las calamidades inverosímiles que ha protagonizado y su incapacidad congénita para poner su propia casa en orden, sigue disfrutando de buena salud electoral. Es que lejos de verse perjudicado por sus fracasos épicos, el peronismo se las ingenia para aprovecharlos en beneficio propio. Se asemeja a un monstruo invulnerable, acaso parecido a una medusa gigantesca, de una película hollywoodense menor que crece en la adversidad, alimentándose de sus víctimas cuyas armas convencionales resultan inútiles para frenarlo.

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Mientras que en los países que a juicio de Kirchner simbolizan la normalidad los partidos serios al menos fingen representar algo definible, el PJ ya no representa nada porque se las ha ingeniado para incluir en sus filas a un surtido tan variopinto de personajes que los hay para todos los gustos concebibles. Pueden encontrarse peronistas revolucionarios, progresistas, socialistas, marxistas, filonazis, fascistas, moderados, reaccionarios y, si bien por ahora no lo dicen, neoliberales, además de algunos que se comunican con extraterrestres. Desde luego que en un "movimiento" de este tipo las preferencias ideológicas son lo de menos: como ocurre en los clubes deportivos, a nadie le preocupan las ideas políticas de un miembro, lo que importa es que pague las cuotas y grite desaforadamente en el estadio.

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Por lo pronto, el gran temor de los opositores, sobre todo de los radicales, es que los peronistas se desdoblen nuevamente, presentando un par de listas no sólo en la provincia de Buenos Aires sino también en otros distritos, lo que, siempre y cuando la ciudadanía lo consintiese, les permitiría apropiarse de las bancas reservadas para el senador de la minoría. Todos saben muy bien que una vez concluido el capítulo actual de la interna los bandos en pugna se olvidarían de los insultos intercambiados para fusionarse, como en efecto hicieron después de las elecciones presidenciales de 2003, de modo que de imponerse los kirchneristas se verían fortalecidos por los votos de sus enemigos duhaldistas y si ganan éstos aumentaría su poder relativo en el peronismo sin que por eso dejaran de facilitar las medidas reclamadas por Kirchner. Aunque tal maniobra podría resultar contraproducente, lo que sería el caso si el electorado, cansado de tanta politiquería pueblerina, optara por otros candidatos con el propósito de propinarle a los peronistas una sonora cachetada, es evidente que Kirchner y Duhalde confían en que su pequeña reyerta no privará al PJ de muchos votos. Por el contrario, tienen porqué sospechar que podría ayudarlo a sumarlos al convencer a una franja de que hay que elegir entre los dos y a otra de que por ser el peronismo una fuerza tan agresiva e imprevisible sería mejor no molestarlo votando por la oposición.