El Universal

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sábado, marzo 12, 2005

Escraches presidenciales


Por James Neilson

Como buen sesentista, el presidente Néstor Kirchner parece haberse convencido de que el liberalismo económico es inseparable de las dictaduras militares y que por lo tanto quienes lo reivindican son forzosamente nostálgicos que sueñan con reanudar la guerra sucia contra los comprometidos con la vida. Dicha teoría está muy difundida en América latina donde muchos regímenes militares llegaron al poder, con el respaldo de amplios sectores sociales, en medio de crisis que fueron provocadas por la inoperancia patente de gobiernos populistas. A pesar de sus propios sentimientos antiliberales y anticapitalistas, los generales optaron por intentar aplicar las recetas que funcionaban bien en otras partes del mundo. Por este motivo, a políticos como Kirchner, además de sus comisarios ideológicos, les parece indiscutible que liberal es sinónimo de militarista y que por lo tanto es su deber irrenunciable desenmascarar a los criminales que con habilidad maquiavélica hablan de economía o de la libertad de expresión cuando lo que realmente quieren hacer es restaurar el Proceso.
Envalentonado por el resultado del canje, Kirchner aprovechó la ocasión para vituperar, con la dureza que es su marca de fábrica, a una larga lista de "gurúes" que a su entender militan en la vil secta neoliberal, dando nombres y apellidos para que no cupieran dudas en cuanto a quiénes tenía en mente: Daniel Artana, Jorge Streb, Manuel Solanet, Miguel Kiguel, Pablo Guidotti, Julio Piekarz, Carlos Melconian, Jorge Avila y José Luis Espert. Su puntería no fue muy buena porque muchos habían aludido a la oferta de canje hecha en Dubai, no a la versión dulcificada que eventualmente fue puesta en marcha, pero dicho detalle carece de importancia porque lo que buscaba Kirchner no fue polemizar en torno a la reestructuración de una parte de la deuda pública sino humillar en público a personas que a su juicio son irremediablemente malas. Se trata de una forma de "escrache" por ahora virtual que el gobierno y sus amigos podrían sentirse tentados a usar con mayor frecuencia en los próximos meses.
Del mismo modo que puso en su lugar a los gurúes que no habían manifestado su fe en la oferta de Dubai con el fervor debido, Kirchner optó por basurear a los miembros de una delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa que se habían animado a criticar su relación con los medios, espetándoles: "No puede ser que vengan a decir cómo funciona la libertad de prensa, más ellos, que para imponer sus ideas mataron a periodistas, los secuestraron y hoy vienen a hablar en una forma absolutamente insostenible". Una vez más, el tirador santacruceño erró el blanco. La delegación no estaba conformada por asesinos y secuestradores sino por periodistas muy respetables. Además, la SIP fue una de las organizaciones internacionales que protestaron con vehemencia contra las barbaridades que cometía el régimen militar, pero sucede que en aquel entonces Kirchner estaba demasiado ocupado convirtiéndose en multimillonario comprando propiedades - según se dice, 21 en total - a endeudados insolventes como para prestar mucha atención a las violaciones de los derechos humanos o a los esfuerzos "antiargentinos" por frenarlas. La metamorfosis de Kirchner en paladín de los derechos humanos, siempre y cuando los perseguidos no sean cubanos, parece ser un fenómeno relativamente reciente, de ahí su necesidad de sobreactuar su nuevo papel, ensañándose con todo uniformado que encuentra en el camino y despotricando contra quienes en los años sesenta pensaron que los militares eran menos peligrosos que los castristas, guevaristas, maoístas y otros que fantaseaban con remodelar el país liquidando a los que consideraban superfluos.
Que Kirchner sea de temperamento un tanto autoritario no es preocupante. Como descubrió Fernando de la Rúa, la presidencia no es para hombres ecuánimes que no quieren quedar mal con nadie. Lo que sí preocupa es su evidente propensión maniquea a satanizar a sus críticos y adversarios, poniéndolos todos en una misma bolsa, como hicieron los izquierdistas –mejor dicho, los neofascistas– de las bandas "revolucionarias" de su década predilecta, que daban por descontado que sólo a un genocida nato se le ocurriría estar a favor de una economía de mercado.

Tal actitud tiene sus raíces en el catolicismo – el enemigo tradicional del liberalismo en todas sus formas – y en el marxismo xenófobo latinoamericano que a su manera ha servido para dar una apariencia moderna a muchos prejuicios ancestrales. Además de demorar, con consecuencias trágicas para centenares de millones de personas, la adaptación de las economías latinoamericanas a las circunstancias realmente existentes, el odio que sienten tantos por el liberalismo – "neoliberalismo" suena más perverso -, plantea el peligro de que en distintos países de la región, entre ellos la Argentina, se renueven las persecuciones ideológicas de otros tiempos. Al fin y al cabo, si para imponer sus nociones los "neoliberales" están preparados para matar, a un gobernante como Kirchner que sabe de qué esos delincuentes son capaces le correspondería tomar medidas igualmente contundentes para frustrar sus planes malignos.
La furia apenas controlable que se apodera de Kirchner y de sus allegados cuando piensan en lo inicuos que son los "gurúes neoliberales" y muchos comentaristas, encabezados por el subdirector de La Nación, José Claudio Escribano - a juicio de la gente del gobierno es la eminencia gris de la SIP -, tiene mucho que ver con las batallas de treinta años atrás. La verdad es que hasta ahora Kirchner ha disfrutado de una prensa bastante amistosa que lo ha tratado con mucho más respeto del que manifestó ante De la Rúa. Por lo demás, no ha experimentado nada que sea remotamente comparable con las diatribas cotidianas que tienen que soportar el presidente norteamericano George W. Bush o el primer ministro británico Tony Blair. Por cierto, si el dúo reaccionara con "dureza" kirchneriana frente a los resueltos a pintarlos como monstruos comparables con Hitler, el mundo entero se pondría a hablar de la transformación de los dos países anglosajones en dictaduras, pero por suerte ambos tratan con cortesía hasta a los periodistas más hostiles por entender que cualquier otra modalidad les sería contraproducente.
Puesto que Kirchner se cree en conflicto con la mayoría de los medios por motivos vinculados con su jihad contra el neoliberalismo, es sin duda natural que haya querido presionarlos manipulando la publicidad oficial para premiar, con dinero aportado por los contribuyentes, a quienes están con el bien y castigar a los partidarios del mal. Desde el punto de vista de la SIP, tal proceder es antidemocrático, pero conforme a la "izquierda" local la organización privilegia la libertad de empresa por encima del derecho de quienes se suponen voceros del pueblo a difundir sus planteos enfáticos, le interesen o no le interesen a la minoría que haya adquirido la costumbre anticuada de leer periódicos. Así las cosas, no sorprendería que el gobierno, azuzado por un enjambre de agrupaciones contrarias al capitalismo como tal, intensificaran las presiones contra los medios independientes. Tales presiones han asumido diversas formas. Además de la siempre útil manipulación de la publicidad oficial según pautas ideológicas, el Gobierno está en condiciones de incidir en la publicidad privada aconsejando a empresarios cortesanos a boicotear a los medios que no son de su agrado.
El que a pesar de que haber disfrutado de un buen trato por parte de la prensa Kirchner se haya ensañado tanto con la SIP, con el subdirector de La Nación, y con los "gurúes" que, obvio es decirlo, propagan sus herejías inmundas a través de las páginas de ciertos diarios y de la pantalla televisiva, es legítimo preguntarnos: ¿cómo actuaría si el clima cambiara y los medios comenzaran a atacarlo como sucede en otras latitudes? Es posible que pronto recibamos una respuesta a este interrogante. Gracias en buena medida al supuesto éxito del canje, seguirá calentándose la puja salarial, empresarios que pretenden "una rentabilidad desmedida" continuarán remarcando sus precios y las protestas de los depauperados por la inflación se harán más amargas, todo eso en un año electoral que no parece destinado a ser un paseo triunfal para las huestes transversalistas del presidente. En tal caso, el habitualmente irascible Kirchner tendrá motivos de sobra para enojarse con los que pondrán en su lista negra cada vez más larga de enemigos del pueblo merecedores de por lo menos un escarmiento verbal presidencial y, si es que realmente los cree relacionados con los represores de los años setenta, tal vez de algo decididamente más severo.
Noticias.

1 Comments:

  • At 5:51 p. m., Blogger Sine Metu said…

    Desde sus columnas del Buenos Aires Herald, Río Negro, Noticias y La Nación, James Neilson viene demostrando ser la voz más coherente y lúcida para analizar la debacle argentina.

    Saludos, Guillermo
    Sine Metu

     

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