El Universal

¡Bienvenidos a mi blog! La idea de este espacio es compartir artículos y comentarios de actualidad.

sábado, febrero 26, 2005

La evolución según Stephen Jay Gould


Poco antes de morir, Stephen Jay Gould dio a conocer "La estructura de la teoría de la evolución", libro que concentra medio siglo de valiosas discusiones sobre los alcances del darwinismo y que constituye un acontecimiento para la biología, acechada aún hoy por el "creacionismo". La traducción de esta inmensa obra —de 1.426 páginas— llega al lector argentino, que encontrará en lo que sigue un conciso comentario y algunas claves para entender la revolución teórica de Gould.

JAVIER SAMPEDRO.
Es fácil recordar que Stephen Jay Gould fue uno de los evolucionistas más destacados del siglo XX, y uno de los raros científicos que han sabido enganchar al lector general. También es fácil certificar que La estructura de la teoría de la evolución, publicada en inglés dos meses antes de la muerte de Gould, es su gran legado intelectual, la culminación de más de 30 años de exploración de la inabarcable y accidentada geografía del pensamiento darwiniano. Lo difícil viene ahora: ¿a quién se puede recomendar sin rubor un libro científico de 1.426 páginas?En primer lugar, naturalmente, a los lectores de Gould, que son una legión, pero sólo después de una advertencia. El científico es conocido sobre todo por sus ensayos de divulgación y este último no pertenece a esa categoría. El libro, que es a la vez una erudita historia del pensamiento evolucionista, una revisión crítica de la teoría de Darwin y una ambiciosa propuesta para reformarla, va dirigido sobre todo a los especialistas en esa materia. Pero Gould insistió siempre en que él escribía de la misma forma para los científicos y para los legos, y decía la verdad. Incluso sus artículos técnicos son un ejemplo de claridad y buena prosa. Es, de hecho, uno de los pioneros de lo que se podría llamar divulgación interdisciplinaria, un género en auge que está triunfando allí donde los programas de estudios fracasan cada vez más: en ofrecer a los especialistas en un terreno un panorama comprensible de otra disciplina inconexa.Esa, tal vez, ha sido la mayor contribución de Gould a la biología evolutiva. Sus ideas siguen siendo muy discutidas y sólo el tiempo dirá cuáles de ellas sobreviven al implacable escrutinio de los datos, pero si hay algo que nadie le puede negar es que ha conseguido atraer al campo de la evolución a una nueva generación de científicos de otras áreas —genetistas, biólogos moleculares, bioinformáticos— que, de no haber leído a Gould, hubieran permanecido atados a su árbol y ajenos al bosque circundante. El lector general se puede beneficiar de esa prosa científica ávida de transparencia y cuajada de interés, de detalle histórico, de contexto cultural. La estructura de la teoría de la evolución, por más elevadas que sean sus ambiciones teóricas, puede ser comprendida por cualquier lector inteligente y disfrutada por cualquier persona interesada en la aventura intelectual de su tiempo.La propuesta de Gould para el evolucionismo del siglo XXI se puede resumir en tres puntos. Primero, la selección natural —el motor de la evolución descubierto por Darwin hace un siglo y medio— no consiste siempre en una competencia entre individuos. Quienes compiten son a veces genes, a veces individuos, poblaciones y a veces especies enteras. Segundo, la selección natural no es el único motor de la evolución. El genoma tiene su dinámica interna, y hace propuestas interesantes por su cuenta, sin que la adaptación al entorno local (fundamento del darwinismo clásico) tenga un papel preponderante. Tercero: la evolución no es siempre una transición suave, continua y gradual. La excepción más conocida son las extinciones masivas, que pueden venir causadas por un suceso tan drástico e imprevisible como el impacto de un gigantesco meteorito. Las tres ideas son polémicas pero ésta es la marca de las vanguardias científicas.Este resumen, desde luego, no hace justicia al libro. "Dios mora en los detalles", repetía Gould, y los detalles son los verdaderos protagonistas de esta obra. Poca gente la leerá entera, pero eso mismo pasó con El origen de las especies, y 146 años después de su publicación seguimos discutiendo sobre él.
(c) Babelia y Clarín.