El Universal

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lunes, enero 24, 2005

e-Libros: cuatro razones por las que deberían triunfar, y otras cuatro por las que nunca lo harán

Las tecnologías disponibles han alcanzado el nivel de calidad suficiente, a un precio accesible, para que una buena parte de lectura se lleve a cabo sobre soportes digitales. Vea las ventajas y desventajas de los libros electrónicos.

De un tiempo a esta parte, la mención de los libros electrónicos como formato editorial viable produce reacciones que van desde el desconocimiento hasta la oposición visceral (¡la pantalla nunca sustituirá al papel!), pasando por el temor empresarial (¡piratas!) y la condescendencia amable. Sin embargo, es precisamente ahora cuando las tecnologías disponibles han alcanzado el nivel de calidad suficiente, a un precio accesible, para que una buena parte de nuestra lectura se lleve a cabo sobre soportes digitales, especialmente dispositivos móviles: las pantallas de las computadoras de bolsillo ofrecen una gran luminosidad y definición, y los canales online de distribución de libros ya están asentados. Los libros electrónicos tienen muchos atractivos, entre los que destacan los siguientes: -Los e-libros son prácticos. Cualquier programa visor de e-libros permite buscar fácilmente una palabra o frase en el texto, marcar una cantidad ilimitada de puntos de lectura para volver luego a ellos, introducir anotaciones al margen y buscar el significado de palabras en los diccionarios que tengamos instalados en el mismo dispositivo. Además, los libros electrónicos se pueden leer en una habitación a oscuras, sin molestar al vecino de cama; acostados de lado, eligiendo la orientación de pantalla apaisada; y sin manos, activando el desplazamiento automático del texto. -Los e-libros son compactos. El formato digital no ocupa lugar. Literalmente. Puede que llevarnos e-libros de vacaciones no nos haga leer más, pero al menos no lamentaremos haberlos acarreado en la maleta. Las tres docenas de títulos que llevo encima en este momento (desde Michael Moore hasta Douglas Adams, pasando por Naomi Klein, Bob Woodward, PG Wodehouse y Graham Greene) no ocupan ni la décima parte de la tarjeta de memoria de mi Palm, mientras que en papel formarán una pila de un metro de altura. -Los e-libros son discretos. El equivalente a forrar con papel de embalar. Evite que le miren con superioridad cultural, que le consideren un sátiro o que le increpen por separatista. Su vecino de asiento en el colectivo nunca sabrá si está usted leyendo un tratado de marketing, una novela rosa, un manual de sexualidad, un best seller como El Código Da Vinci o el plan Ibarretxe en 44 KB. -Los e-libros son más completos. Por costos y posibilidades tecnológicas, un e-libro puede ser mucho más rico que su equivalente de papel. La versión digital de una novela como Cryptonomicon, de Neal Stephenson, incluye también varias entrevistas con el autor, la transcripción de la rueda de prensa de presentación, el artículo sobre cables transoceánicos en Wired que dio lugar al libro, un glosario detallado sobre criptografía, bibliografía complementaria y fragmentos de otras obras de Stephenson. Todo ello, fácilmente navegable mediante hiperenlaces. Pero en cambio, resulta poco probable que los e-libros lleguen a constituir una proporción significativa del mercado editorial, sobre todo si se mantienen situaciones como éstas: -Los e-libros son caros. Se supone que la digitalización de los contenidos abarata su difusión. Para editar e-libros no hay que talar árboles, no ocupan espacio en almacenes y librerías y no hay que transportarlos. Sin embargo, la diferencia de precio entre las versiones electrónica y física de un mismo título acostumbra a ser mínima o nula, y en algunos casos el e-libro cuesta más que el de papel. Sabiendo que los derechos de autor no son precisamente el componente principal del PVP, cabe preguntarse qué pretenden las e-editoriales. -Los e-libros son en inglés. Salvo iniciativas testimoniales en castellano, es sumamente difícil encontrar e-libros comerciales en idiomas distintos del inglés. La industria de producción y difusión digital opera desde los EE.UU. y los norteamericanos casi no leen libros de autores extranjeros, ni siquiera traducidos. En el caso de las obras que ya están en el dominio público, la situación es algo mejor y se pueden encontrar en formatos electrónicos textos clásicos como el Quijote, aunque generalmente convertidos por voluntarios. -Los e-libros son pocos. Los catálogos de e-libros son mucho más reducidos que los de libros convencionales. La producción de la versión electrónica no está integrada en el proceso editorial, y ello hace que sólo los candidatos claros a best sellers aparezcan simultáneamente en papel y e-libro. Aunque está demostrado que los fondos de catálogo, tanto editoriales como musicales, son una mina por explotar gracias a la digitalización, buscar un título determinado para leerlo en PDA acostumbra a ser frustrante. -Los e-libros son demasiado personales. El temor de la industria editorial a las copias no autorizadas ha forzado a los proveedores de tecnología a adoptar sistemas de protección que van desde lo incómodo (e-libros que hay que registrar en un dispositivo determinado o asociar a un número de tarjeta de crédito) hasta lo ridículo (e-libros que caducan al cabo de dos meses). La consecuencia es que, salvo excepciones, el comprador de un e-libro comercial no puede prestarlo ni regalarlo, a no ser que esté dispuesto a facilitar al destinatario datos tan sensibles. Un panorama prometedor y decepcionante por igual.
Clarín - La Vanguardia