El Universal

¡Bienvenidos a mi blog! La idea de este espacio es compartir artículos y comentarios de actualidad.

sábado, agosto 13, 2005

Neilson dixit (13-8)

...

Demás está decir que lo que es bueno para ciertos hombres de negocios no es necesariamente bueno para el país en su conjunto. Entre los más perjudicados por la "estrategia" lavagnista se encuentran los asalariados y, claro está, los pobres. Según Lavagna, "el dólar alto no significa salarios bajos" para quienes no "ganan en pesos y consumen en dólares en Miami o Punta del Este", dando a entender así que los contrarios a sus planteos son todos ricos egoístas que no quieren al país. Pero las cosas no son tan sencillas. Mal que le pese a Lavagna, uno de los arquitectos principales del modelo por ahora vigente, de resultas de la voluntad de Duhalde y de Kirchner de subordinar todo a los intereses de empresarios que nunca se han destacado por su espíritu competitivo, el poder de compra de la mayoría sigue muy por debajo de los niveles alcanzados en la década infame más reciente. Asimismo, es incorrecto aseverar que el tipo de cambio no afecta al costo de vida de quienes jamás soñarían con entregarse a las delicias del consumo en Miami o Punta del Este: entre otras cosas, determina los precios no sólo de los bienes importados sino también los de aquellos productos, como la carne y la leche, que pueden exportarse.

Lo asuma o no Lavagna, su estrategia económica sí se basa en salarios de hambre que son equiparables con los ya abonados en las ciudades chinas más pujantes como Shanghai, pero hasta ahora dicha realidad no ha perjudicado al gobierno porque hace muchísimos años los lobbistas de los sustituidores de importaciones lograron vender la idea de que, las apariencias no obstante, un peso muy débil es mucho más patriótico que uno musculoso. Se trata de otra excentricidad de un país habituado de ir de un extremo a otro para entonces regresar al punto de partida. En el resto de América latina, los gobiernos, aleccionados por la experiencia, se niegan a permitir que los empresarios fijen el valor de la moneda local porque saben que andando el tiempo una tasa de cambio demasiado "competitiva" actúa como un narcótico que, lejos de fortalecer a la industria, la hace aún más dependiente de su influencia política, pero sucede que en países como Brasil y Chile están pensando en el mediano plazo y en el largo, mientras que aquí tienen los ojos puestos en los meses que nos separan del "plebiscito" de fines de octubre.
Aunque los augures vaticinan que no sucederá nada feo en el lapso así supuesto, el que por los motivos que fueran Kirchner y los suyos se hayan convencido de que gobernar es estar en campaña, es cuando menos inquietante. Si bien en la Argentina el electoralismo sirve para desviar la atención de los problemas básicos del país, esto no quiere decir que sea capaz de hacerlos desaparecer. Por el contrario, merced al estilo conflictivo de Kirchner se ha fomentado un clima saturado de rencor vengativo en el que propenden a agravarse cada vez más.

Mientras dure la campaña – y según Kirchner se eternizará -, al gobierno no le será fácil en absoluto asumir el hecho de que el "modelo" con el que se ha comprometido es mucho menos equitativo que el menemista. Antes bien, tratará de negarlo. Asimismo, le costará reconocer que los incesantes paros docentes están privando a millones de personas, y por lo tanto al país, de toda posibilidad de disfrutar de un nivel de vida que sea comparable con el de por lo menos los integrantes más pobres del Primer Mundo porque enfrentarse con los gremialistas podría costarle votos. Kirchner no dejará de atacar a los inversores extranjeros porque supone que a la gente le encanta que se ensañe con ellos, sobre todo si consigue forzarlos a huir del país. En cuanto a las reformas institucionales, comenzando con la de la administración pública, se trata de temas que son vedados en tiempos preelectorales porque son tantos los intereses creados en juego. Ya que parecería que hasta nuevo aviso Kirchner seguirá en campaña, el porvenir inmediato de la economía quedará a la merced de las circunstancias internacionales. Durante varios años, éstas han sido insólitamente benignas para todos los países latinoamericanos, pero podrían cambiar en cualquier momento. Si ello sucediera antes de octubre, el gobierno tendría por qué lamentar la decisión de Kirchner de hacer de las elecciones legislativas en las que no es candidato una especie de prueba personal.