El Universal

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sábado, agosto 27, 2005

Neilson dixit (III)

"En un lapso asombrosamente breve -apenas dos décadas- centenares de millones de chinos dejaron atrás la pobreza ancestral para saborear por primera vez las delicias del consumismo. En el mismo período, acaso diez millones de argentinos que se creían de clase media, se vieron precipitados en la miseria. Según Néstor Kirchner y su esposa, Raúl Alfonsín y muchos otros, los grandes responsables de tamaña catástrofe fueron los "neoliberales", o sea, los partidarios de esquemas no tan distintos de los aplicados por el régimen chino para posibilitar el avance socioeconómico más rápido y más espectacular que haya conocido el género humano. Según otros, los artífices del antimilagro argentino fueron los populistas -Kirchner, Alfonsín, Eduardo Duhalde y compañía- que defienden con tenacidad y astucia un orden corporativista intrínsecamente perverso que, las presuntas intenciones de sus líderes no obstante, sólo sirve para fabricar pobreza.
Ambos bandos tienen su cuota de razón. Los críticos del "neoliberalismo" porque, como descubrieron los españoles, modernizar una economía arcaica habituada a estar casi cerrada significa prescindir de los servicios de una franja importante de la población: durante veinte años, la tasa de desempleo en España se aproximaba al 25 por ciento y aún sigue por encima del 10 por ciento. Con todo, esto no quiere decir que se hayan equivocado sus archienemigos cuando señalan que, con la posible excepción de ciertos feudos petroleros, ningún país podrá llegar a prosperar a menos que se entregue a una versión del capitalismo liberal".

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"Cuando un populista se ve ante un problema, no se pregunta cómo solucionarlo, piensa en cómo servirse de él".

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"¿Podría ayudar la intimidación piquetera a aliviar la suerte de los "excluidos" o sólo se trata de una forma de permitir que éstos tengan la ilusión de estar luchando contra la miseria? La respuesta es evidente. A menos que uno tome por una "conquista" valiosa algunos módicos planes asistenciales del tipo que cualquier gobierno sensato hubiera organizado medio siglo atrás, los piqueteros no han logrado nada, lo que no es exactamente sorprendente porque la metodología elegida se inspira más en el romanticismo ultraizquierdista que en la experiencia de países cuyos dirigentes no se conformaron con desviar la atención de su propia inoperancia imputando la miseria a la maldad ajena sino que tomaron medidas prácticas que andando el tiempo sirvieron para ir eliminándola. El fervor revolucionario tiene cierto glamour que para algunos es irresistible, pero no da beneficios materiales a nadie salvo a los líderes".